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viernes, 9 de septiembre de 2011

Siempre quedarán los Gasol

Un día más y un partido menos. España ha superado el vital trámite con dudosa solvencia. La despensa anda llena y la Gasol dependencia servirá para resolver papeletas de forma puntual pero no para volver a bañar de gloria a este grupo. Así sucedió en la victoria ante Alemania por 68-77. Cierto que España maquilló en buena medida las ojeras que produjo el desconcertante último cuarto ante Turquía, pero sigue jugando a bandazos, sin fluidez; a regañadientes con el aro en algunos compases del juego. Del día de hoy se esperaba con ansia el duelo de dos de los mejores jugadores europeos de la historia. Sin embargo, tal y como avisaba Scariolo en la previa, no interesaría que sobre el parqué las piezas se movieran en esa dirección. Por dos razones principalmente. Por Nowitzki y por Pau Gasol. El alemán es capaz de ganar un anillo de la NBA con la única ayuda una mecánica exquisita, de otro planeta. Por su parte, el referente español llegaba al tocado Nada que hacer. Había que buscar otras opciones.

El comienzo del encuentro fue una muestra de lo que no debía ser. Pau empezó forzando tiros (0/4), como si su sola presencia fuera la solución a todos los problemas llevan persiguiendo a España durante todo el campeonato. También lo hacía Alemania, víctima de saberse fuera del torneo en caso de derrota. Las parejas imprecisiones llevaron de la mano a ambos equipos (7-8, min. 6) durante los titubeantes primeros minutos de encuentro. Demasiado obcecados con el buque insignia que quería jugar hoy todo lo que su maltrecho tobillo izquierdo no le permitió el pasado lunes, solo Marc (24 puntos y 5 rebotes) enseñó el camino. Balón que llegaba, balón que anotaba. De todas los colores y formas, el mediano de la saga Gasol, se disfrazaba de Pau (15-16, min 10). El mejor hombre no hace al mejor equipo.

Y menos si ese mejor hombre se enfunda el disfraz de líder de forma eventual. En tierras bábaras se esperaba un día de gloria más de la mano del héroe nacional. Con el gatillo preparado en cualquier momento, desde cualquier posición y en las situaciones más insospechadas, Nowitzki aparecía y metía el susto en el cuerpo. Pero el genio de Würzburg puede hacerlo todo. Si alguna conclusión positiva emana del encuentro, más allá de la victoria en la buchaca, esa es los atisbos de intensidad defensiva. El intento 'run & gun', unas veces con más éxito y otras con menos, de Pepu y Aíto hace tiempo que pasó a mejor vida. Las ayudas a Nowitzki, 9 puntos con 2/9 en tiros al descanso, sería clave. Con Rudy en el banquillo víctima de las personales y la desesperación de tener delante a 209 centímetros de Robin Benzing, San Emeterio, quellegó como un ángel con dos triples consecutivos dejando boquiabierto al personal, y Marc se aliaron para mantener la lucha hasta que Scariolo dibujara en la pizarra una nueva solución. Con Nowitzki y Kaman en sus guarismos, había que frenar al resto. Porque una máxima diferencia de ocho puntos (18-26, min. 13) dio paso a la calma tensa. 33-36 con veinte minutos por delante en el todavía frío Siemens Arena de la capital lituana.

Momento de reapariciones estelares. Sin más dilación, llegó la locura en forma de chorreo anotador. Por suerte, este vino de la mano de Pau Gasol. Muchos le daban por muerto pero las ganas olvidaron el dolor. 10 puntos casi consecutivos esbozaron una sonrisa. En Alemania, su santísima trinidad menos aire que unos combativos Hamann (6 puntos y 3 rebotes) y Herber (7 puntos y 6 rebotes). Pequeños pero con la fuerza de sus antepasados vándalos resurgiendo de sus cenizas. Rebotes en ataque que seguían echando al traste la mejora de la defensa. Nowitzki seguía apelando a la épica. Buenas ayudas con Ibaka intentando alejar los fantasmas que invocaban la reedición de la última final del Oeste entre Mavericks y Thunder. Vaya traje del alemán a 'Air Congo', 'Durantula' y compañía. Con todo y con eso, llegó el bloqueo mental y nueve puntos se perdieron por el camino. Del 43-52 se llegó con un preocupante 55-56 al final del tercer acto. Y Nowitzki (19 puntos y 7 rebotes) apretando los dientes.

La incógnita era la nota predominante antes de diez minutos de infarto. Había mucho en juego. Con los exteriores con los habituales pésimos porcentajes tocaba jugar dentro y, de paso, forzar a la mejor pareja interior del campeonato. Tanto Kaman (15 puntos y 12 rebotes) como Nowitzki sufren en defensa más que tienen el balón. Y los hermanos Gasol lo sabían. San Emeterío seguía echando una mano indispensable (12 puntos y 3 rebotes) mientras Rudy probaba el ungüento de la desesperación en el banco. Ibaka no dudó en tranquilizarle. Momento de prestar atención a la pista. Las castañas estaban en su punto. El marcador andaba en un puño, entre los tres y los cinco puntos. Marc y Pau (19 puntos y 7 rebotes), sociedad ilimitada hasta el final del partido. Por raro que pueda parecer, Ricky, un base que juega sin mirar al aro, anduvo providencial en defensa. El empujón que necesitaba España. El 65-72 a menos de dos minutos ataba el partido. El protocolario carrusel de tiros libres solo engordó la estadística desde la personal.

Hace tiempo que España no funciona como bloque. Los bases siguen sin aparecer. Sada volvió a ser testigo de excepción de un hipnotizado Calderón y de un Ricky al que solo le basta agachar el culo en defensa para obtener la fe ciega de Scariolo. Navarro corre y corre. Aparece no cuando quiere como antaño, más bien cuando puede. Sus fogonazos alegran al personal pero no auguran nada bueno. Será la madurez. La euforia tendrá que dejar paso al humilde mono de trabajo de la clase obrera. Esa que no acapara portadas pero que trae prosperidad al colectivo. Serbia (viernes, 14.30) y Francia (domingo, 17.00) dan miedo, mucho miedo.  

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