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lunes, 19 de septiembre de 2011

Radiografía de un desencuentro

El pasado 30 de junio acabó por confirmarse lo esperado. Un día después, la NBA echaba el cierre. Al menos de momento. Tras numerosas jornadas de negociaciones entre el sindicato de jugadores y los propietarios no hubo acuerdo. Ahora se abre un periodo en el que las dudas y la incertidumbre son las reinas de la no fiesta. Mucho es lo que se ha hablado y escrito sobre el archiconocido 'lockout'. Un término anglosajón que tiene un porqué, unas causas, unos precedentes y unas consecuencias. Un aura de misterio y dudas rodean el futuro la mejor liga de baloncesto del mundo. Y esto será así hasta que un acuerdo, en forma de un nuevo convenio colectivo se haga efectivo. En primer lugar, hay que aclarar que el lockout es una medida que parte de los propietarios de las franquicias y no de los jugadores. Los patronos de las franquicias deciden clausurar la actividad de la que es su empresa. Nada tiene que ver con lo que sería una huelga en la que son los trabajadores, jugadores en este caso, los encargados de tomar la iniciativa. Pero, ¿qué hay en juego?

Muchas son las imágenes del Comisionado de la Liga, David Stern, o Billy Hunter, director ejecutivo de la asociación de jugadores, pero de qué hablaban en lujosos hoteles de Las Vegas o Nueva York. El reparto de la tarta en forma de millones es la verdadero origen del desencuentro. Los propietarios lo tienen claro: la cada vez mayor flexibilidad del tope salarial tiene la culpa. Un tope que la propia NBA, con Stern a la cabeza, se apresuró a reducir el pasado abril hasta los 56.1 millones de dólares para la próxima temporada. Con ellos los equipos deben pagar a sus jugadores. El problema es que son pocos quienes lo cumplen. Los excesos se pagan en forma de un impuesto de lujo lo que ha provocado que en el último ejercicio 22 de las 30 franquicias hayan registrado unas pérdidas de 370 millones de dólares. Un coste demasiado elevado del que los jugadores dudan de su veracidad. En estos momentos, el 57% de los ingresos (relacionados con el baloncesto, los llamados BRI) de los equipos tienen como destino el afrontar el pago de salarios a las plantillas. Algo que se ha tachado de insostenible desde la NBA. La primera propuesta de los jugadores fue reducirlo hasta el 54.3%. Sin embargo, los propietarios exigen llegar hasta el 50% para cada uno de los agentes en conflicto. Ello implicaría reducir la masa salarial entre 700 y 800 millones de dólares durante los próximos cinco años. Lejos de los 500 millones de dólares en los próximos cinco años que supondría aceptar las pretensiones del sindicato de jugadores.

Diferencias a priori insalvables. Además de la ya sabida cancelación de las Ligas de Verano y los partidos en tierras europeas, se cancela cualquier tipo de actividad de las franquicias con los jugadores. Desde la simple entrada al pabellón y al resto de instalaciones de los equipos hasta la pérdida del seguro médico, pasando por la supresión de todo tipo de comunicación entre agentes y equipos y por ende cualquier traspaso. Sólo podrán tener contacto con los representantes del sindicato de jugadores (Derek Fisher, Keyon Dooling, Matt Bonner o Roger Mason entre otros), siempre y cuando el tema de debate sea la negociación de un nuevo convenio. Todo ello sumado al despido de personal y la clausura de oficinas (en Europa solo sigue abierta la de Londres). En definitiva, más leña a un fuego que parecía incontrolable y que ha terminado por dibujar un panorama que roza el esperpento.

Los conflictos laborales han formado parte de la NBA casi desde sus inicios. Los jugadores se organizaron en 1954 y tres años después la liga reconoció formalmente al sindicato. En 1964 la amenaza de una huelga en el All-Star forzó a la adopción de un plan de pensiones Tras fuertes disputas, las partes acordaron compartir los ingresos e instaurar la figura del tope salarial en 1983. En 1970 y 1987 los jugadores presentaron demandas antimonopolio en los tribunales, algo similar a lo que ocurre en estos momentos tras la denuncia que la asociación de jugadores ha presentado contra la liga aludiendo prácticas laborales injustas. Después de ello, y como retales más inmediatos en el tiempo se encuentran tres cierres patronales. El primero en 1995 cuando el paro duró 74 días. Al año siguiente, dos horas fue el simbólico periodo durante el que se prolongó la escisión. Sin embargo, en la mente de todos aguarda lo ocurrido en la temporada 1998/1999. Aquel año, el del primer anillo de la era Duncan-Robinson, el trato no llegó hasta el día de Reyes de 1999 y la temporada regular se vio reducida de los 82 encuentros previstos a 50. Sobre la bocina. De haber llegado un día más tarde, la temporada al completo hubiera quedado cancelada. Por el bien de todos, esperemos que el acuerdo sea cuestión de tiempo. Sobran las razones. Faltan los motivos.

Verano para recurrir a la nostalgia, dejarse llevar por el romanticismo y volver a la esencia. Las estrellas han hecho las delicias de los aficionados en los míticos playgrounds y otros pabellones de relumbrón. Al fin y al cabo, salvo Chris Paul ningún jugador con contrato astronómico ha mostrado excesiva preocupación por la situación y se ha animado a presionar como hiciera Michael Jordan en 1998 a pesar de estar retirado. Del acuerdo, ni rastro. Tras dos infructuosos meses en lo que a reuniones y avances se refiere, con final de la época estival, se empezó a dilucidar cierta tensión en el ambiente. Todo bajo la batuta y alguna amenaza desmentida del incombustible David Stern, amo y señor del negocio. Pese al día de descanso del jueves, la última semana de septiembre se antojó más fructífera que las anteriores. Tras la cancelación por parte de la liga de 43 partidos de pretemporada, a disputar entre los días 9 y 15 de octubre, llegaron las ‘concesiones’. En caso de acuerdo, se incluiría un límite salarial algo más flexible preservando además los contratos garantizados de los trabajadores, una de sus mayores preocupaciones en los tiempos que corren.

A cambio, los recortes llegan por otros frentes. Los propietarios aumentaban del 46 al 48 por ciento la parte de los BRI para los jugadores. Derek Fisher y el sindicato se plantan en el 52 por ciento. Según informó detalladamente la ESPN, los multimillonarios consideran oportuna una reducción progresiva de los salarios totales: el cinco por ciento la próxima campaña, el 7,5 la 2012/2013 y hasta del 10 por ciento en la 2013/2014. No crean, aún hay más. Un impuesto de lujo proporcional al gasto. De esta forma quien sobrepase el límite salarial, fijado en 70 millones de dólares pagará dos dólares por cada dólar de más, tres en caso de que se superen los 75 y cuatro en caso de que la cifra exceda los 80. Otras medidas menos conocidas para el gran público exigidas por los propietarios son: inhabilitar la posibilidad de firmar por un equipo para ser traspasado (el conocido como 'sign and trade') además de la excepción bianual por valor de dos millones de dólares; controlar la ‘Bird exception’, recurso por el que las plantillas pueden superar el límite salarial para rescatar a sus propios agentes libres, a un jugador por temporada; recorte de la ‘mid level exception’, de los 5,8 millones de dólares hasta los tres millones anuales al tiempo que se pretende limitar los contratos de la clase media a un máximo de tres campañas en contra de las cinco vigentes.Al cierre de esta edición y a falta de la esperadísima, como tantas otras, reunión del primer fin de semana de octubre con la ciudad de los rascacielos de nuevo como escenario, estos son los puntos calientes puestos sobre la mesa de negociación. El abanico es bastante reducido: el fin del lockout o, ante la falta de acuerdo, la pérdida de partidos como ya ocurriera hace ahora trece años.

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