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miércoles, 3 de marzo de 2010

Chispa y talento

Son dos palabras que reflejan la virtud en estado puro. En el deporte en general pero que cobran especial sentido cuando hablamos del deporte de la canasta. Y sin duda alguna, los dos términos definen el juego de uno que está llamado a hacer algo grande para esta disciplina deportiva: Sergio Llull.
El 'base' del Real Madrid ha explotado esta campaña con un salto de calidad brutal en su juego. Un tipo que a sus 22 años se ha convertido en uno de los pilares básicos del juego del equipo de Ettore Messina. A pesar de la incredulidad de muchos, el equipo blanco, con ocho jugadores en su plantilla por encima de la trientena, ha encontrado un serio candidato para jugarse los balones calientes.
Lo de Llull ha sido una evolución fraguada en el esfuerzo y el tesón. Hace tres años era suplente en la LEB con el Ricoh Manresa (actual Suzuki Manresa). Seguramente el factor suerte tuvo algo que ver. Pero lo cierto es que si no hubiera aprovechado todas y cada una de las oportunidades que le brindó Joan Plaza- técnico madridista en la temporada 06/07- no tendría un sitio en un equipo como el Real Madrid.

Ya desde su llegada el menorquín dio un nuevo aire al equipo. Realmente se podría decir que fue 'llegar y besar el santo'. El Madrid del corrupto Ramón 'amigo de Ultra Sur' Calderón, con Alberto Herreros y Antonio Martín como directores deportivos de la sección, le fichó para disputar los playoffs de la nombrada temporada 06/07, que terminó con la victoria en el cuarto partido de la final sobre el Barcelona en el Palau.
Desde entonces, su ascenso dentro de la jerarquía madridista no se ha detenido. Tanto es así que el seleccionador, Sergio Scariolo, le llamó para disputar el Europeo de Polonia en septiembre del pasado año. Con los Gasol, Navarro, Rudy y compañía obtuvo otro éxito en su corta carrera profesional. Era su segundo título con la roja, ya que en el verano de 2004 se alzó con el Europeo Junior, compartiendo vestuario con otras dos realidades de nuestro baloncesto: Sergio Rodríquez y Carlos Suárez.
Pero, sin lugar a dudas, este año ha sido el de su despertar definitivo. Esta temporada ha demostrado cuales son su credenciales y ha cerrado el debate (que tuvo su máxima expresión cuando se jugó la última bola en la derrota frente a Turquía en el europeo) sobre si está a la altura de los cracks de nuestra selección.
Su intensidad cada vez que salta a la cancha es increíble. Revoluciona los partidos. Juega de tu a tu sin complejos. Se desenvuele como pez en el agua en los finales apretados. Es cierto que en sus inicios tenía más problemas con el tiro y basaba su juego en constantes penetraciones, aprovechando excelente condición física. Pero gracias a su compromiso, capacidad de superación y muchas horas después de los entrenamientos, ha logrado mejorar esa faceta del juego.
Empezó como un toro la temporada. Una lesión le dejó fuera durante un mes. El Madrid perdió cuatro de sus seis partidos en ese periodo. ¿No sería que echaron de menos a Llull?
Lo más asombroso es que cuando se recuperó, se echó el equipo a la espalda y demostró que había vuelto con más ganas. La puntilla vino el pasado jueves en el partido de la cuarta jornada del Top-16, cuando un triple suyo en los últimos instantes de partido permitió ganar el 'basket average' particular con el Montepaschi de Siena. El 77-69 final así lo reflejaba.
Esa jugada quizás sea la más representativa de este ganador. Aquí os con el momento. Agradezco a mi compañero Pablo Girón la gentileza de permitirme usar el vídeo que ha colgado en la web.

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