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martes, 2 de agosto de 2011

Durant conquista Rucker Park

El hombre que se ha alzado con los títulos de máximo anotador de la NBA las dos últimas campañas tenía un sueño. Como tantos muchos jugadores profesionales, Kevin Durant quería formar parte de la historia de la canasta en la meca del baloncesto callejero. Volver a la esencia, a los inicios, allí donde empezó todo. Ni rastro de pabellones llenos, códigos de vestimenta o celebrities dispuestas a pagar miles de dólares por un asiento al lado de los banquillos. El 'playground' es otra historia.

La cancha neoyorquina de Rucker Park, lugar de culto para los amantes del deporte de la canasta, constituye la máxima expresión de este 'otro baloncesto'. Situada en el parque público de Holcombe Rucker, en pleno corazón del barrio de Harlem, guarda en su memoria alguno de los mejores encuentros callejeros de la historia del 'streetball'. Con la comunidad afroamericana dibujando un ambiente irrepetible, la esquina de la 155th street con la 8ª avenida se viste de gala cada verano para disfrutar de la presencia de los mejores. Las estrellas NBA también han formado parte activa de su prestigio. Saben que una buena actuación les hará ganarse el respeto de sus seguidores. Algo que no lograrán con millonarios contratos y con la consecución de un anillo de campeón. Es Rucker Park, baloncesto en estado puro.

Y en la tarde noche del lunes, tal y como hicieran en su día nombres ilustres como los de Wilt Chamberlain, Julius Erving, Kareem Abdul Jabbar, Kenny Anderson, Jamal Mashburn, Stephon Marbury, Sebastian Telfair, Vince Carter, J.R. Smith o Lamar Odom, Durant consiguió su doctorado con una memorable actuación que inevitablemente tendrá su lugar en la historia de la cultura callejera del baloncesto.

Ataviado con su inseparable mochila, el alero de los Oklahoma City Thunder llegaba al lugar con gesto tranquilo. Sin presión, sabedor de que era su momento. El día que tanto había soñado era una realidad. Y empezó el partido. Su partido. 66 puntos con dan una muestra del calibre de su soberbia actuación. KD jugó todo el partido. La muñeca hilaba lanzamientos finos como la seda. 9/11 en triples así lo confirman. 38 puntos en los tres primeros cuartos y...28 en el último parcial. Una orgía de puntos que terminó con una frase para el recuerdo: “Había deseado toda mi vida jugar en el Rucker Park”. El mejor epílogo posible a un día inolvidable.

Aquí el vídeo-resumen de su memorable actuación:


Y como no, los mejores momentos del último cuarto. Su muñeca ardía. Anotador compulsivo donde los haya, quería el balón. ¿Para qué? Una imagen vale más que mil palabras:

*Antonio Gil, corresponsal en Nueva York de la revista Gigantes del Basket, cuenta con todo lujo de detalles lo que allí aconteció en una magnífica crónica publicada en la web 'basket4us'.

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