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domingo, 14 de febrero de 2010

¡Gracias Fútbol!

He llegado a escuchar muchas cosas acerca del deporte rey. En ellas, se demostraba que, bajo el principio de libertad de expresión y siempre que no se llegue a la injuría y a la calumnia, todo el que quiera puede decir lo que le venga en gana. Y eso, en principio, ocurre en todos los ámbitos de la vida.
Lo cierto es que llega un momento en el que el dicho de 'cría fama y échate a dormir' viene a cuento para describir lo que está ocurriendo con el fútbol. Muchos lo critican por ser un hervidero de violencia. Correcto. Otros tantos, por ser uno de los soportes del capitalismo más agresivo. Correcto. Pero, ¿Nos hemos parado a pensar en las cosas buenas que tiene este deporte?
Es aquí donde quería llegar. Regreso a casa después de un bonito día de los enamorados. Además de eso, en el estadio Vicente Calderón se veían las caras dos equipos históricos de nuestra liga: Atlético de Madrid y Barcelona. El conjunto rojiblanco venció por 2-1 en un encuentro vibrante, según narraban los locutores de las emisoras de radio, y mañana seguro que esa información se verá corroborada por los grandes diarios de tirada nacional.
Sin embargo, resultados a parte, hay algo más detrás de estos eventos. Tengo la suerte de vivir cerca de la rivera del Manzanares y ya son muchos domingos que veo, de vuelta a casa, lo que supone un día de partido. Muchos repararán en cortes de tráfico, problemas para encontrar aparcamiento, ruido, alcohol, etc. Pero hoy no es el día de hacer una crítica sistemática al fútbol, se trata de, justamente, todo lo contrario.
Domingo, 20.40 horas. Estación de metro de Vistalegre. Me dispongo a cojer el suburbano camino del centro de la ciudad. Quedan sólo cuatro paradas para llegar al campo donde a las 21.00 horas dará comienzo otro día de partido. Son muchos los aficionados que llegarán con el tiempo justo para ocupar su asiento en el campo antes de que el silbato del árbitro dicte el comienzo del partido. Ataviados con bufandas, gorros y demás símbolos de identificación, en su cara reflejan la emoción y nerviosismo de los momentos previos a la llegada al estadio. Muchos llevan toda la senmana pensando en el momento. Quizá les haya servido para apartar sus problemas por un momento y despreocuparse un poco de la dura realidad que les azota.
Entre estos aficionados se encontraban una pareja de japoneses, ambos con gorro y bufanda rojiblanca. Sonrientes en todo momento, cual buen 'japo', se sentían uno más entre la marea atlética que se dirigía al estadio radiante de ilusión.
22.50 horas. Iturralde González pita el final del encuentro. En ese momento me encontraba en los aledaños del estadio Vicente Calderón para cojer un autobus y regresar a casa. Es entonces cuando te das cuenta de lo que es capaz de provocar el fútbol. Alegría desbordada. "Yo casi hubiera preferido que perdiera" comentaban dos señores de cierta edad en la parada dejando entrever un antimadridismo exacerbado (la victoria atlética provoca la primera derrota liquera del Barça y, con su victoria de ayer en Chapín, el Real Madrid se coloca a dos puntos del primer puesto en la tabla).
Cientos y cientos de personas se agolpan a las puertas del campo para salir escopetadas hacia sus coches, metro, autobus, etc. y regresar a sus casas. Probablamente les espere una realidad muy distinta de la que han vivido durante los noventa minutos que ha durado el encuentro. Familias enteras, que obvian el intenso frío reinante en la capital para ir a ver a su equipo. Padres y madres que van a buscar a sus hijos con el coche después del choque. Casi un centenar de autobuses que trasladan a los miembros de las peñas de pueblos de la perifería madrileña e incluso de fuera de la comundiad. Todos ellos no han fallado, como era de esperar, a otro día de partido.
Todo esto lo mueve el fútbol. Y si sirve para sacar una sonrisa a la gente en los tiempos que corren, no se merece menos que un agradecimiento. Gracias Fútbol.

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